El 20 de julio, ambas banderas volvieron a flamear en las tierras del otro, después de más de medio siglo de relaciones rotas y de hostilidades concretas.
Raúl Castro, el mandatario cubano, junto a Barack Obama, presidente norteamericano, en la nueva hora. |
Pedro Luque
Extrañados,
los cielos de Washington y de La Habana vieron retornar unas banderas
que ya casi no recordaban. Habían migrado a principio de la década de
1960 y no habían vuelto. Pero a mediados de este año, las insignias de
Estados Unidos y de Cuba volvieron a sobrevolar las tierras de sus
vecinos, que durante décadas se vieron como enemigos y que hoy
subordinan ideologías a intereses estratégicos y económicos para superar
tantos años de rencor.
“Hoy se abre la oportunidad de empezar a
trabajar para fundar unas relaciones bilaterales nuevas y distintas a
todo lo anterior”, manifestó el canciller cubano, Bruno Rodríguez. Luego
izó la bandera de su país en Washington por primera vez desde 1961. Era
el 20 de julio de este año. Así, la mansión de estilo francés de tres
pisos, ubicada a escasos tres kilómetros de la Casa Blanca, dejó de ser
la Sección de Intereses de La Habana en Estados Unidos y volvió a
convertirse en embajada.
Ese mismo día, el enorme edificio de
hormigón de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana,
ubicado frente al Malecón y catalogado como “nido de espías” durante
décadas, también se volvió embajada, aunque la bandera tardó un mes más
en retornar de su larga peregrinación.
“Este es el momento de
acercarnos como dos pueblos que ya no son enemigos ni rivales, sino
vecinos”, expresó John Kerry minutos antes de izar el estandarte
norteamericano. Era el 14 de agosto, el sol pegaba con fuerza sobre la
isla caribeña y hacía 70 años que un secretario de Estado del país del
norte no pisaba La Habana.
Esos fueron los actos más simbólicos de
un proceso que arrancó con un inesperado anuncio a fines del año pasado
y que deberá transitar un tortuoso camino para arribar a una total
normalización de vínculos entre dos naciones que se dieron la espalda
durante cinco décadas.
De la palabra a los hechos
El
17 de diciembre de 2014, Barack Obama y Raúl Castro anunciaban la
restauración de relaciones diplomáticas y el intercambio de prisioneros,
entre ellos el estadounidense Alan Gross, apresado en 2009 por supuesto
espionaje, y tres de los cinco cubanos que seguían presos en Florida,
acusados de lo mismo.
Atrás quedaron meses de reuniones
ultrasecretas e intercambio de mensajes. Luego se supo que el papa
Francisco había estado involucrado de lleno en el acercamiento, que era
buscado desde hace tiempo por el mandatario estadounidense y que fue
facilitado por los cambios económicos que de manera escalonada aplicó
Raúl Castro desde que Fidel le legó el poder en 2006.
A la
sorpresiva noticia del restablecimiento de relaciones le siguió una
serie de gestos que dejaban cada vez una foto para las portadas del
mundo.
Obama comenzó a levantar restricciones a los viajes y al
envío de divisas a la isla. Raúl liberó 53 presos políticos. En abril,
llegó la esperada imagen de los dos mandatarios dándose la mano y
regalándose sonrisas. La cita fue en Panamá, en medio de una Cumbre de
las Américas que quedó obnubilada por la presencia de los dos
mandatarios. Después de esta foto, no había mucho más para decirse.
A
fines de mayo, el gobierno estadounidense retiró a Cuba de su lista de
países patrocinadores del terrorismo. El 1º de julio superaron una
discusión sobre el contacto que tendrán diplomáticos estadounidenses con
los ciudadanos cubanos y llegó el intercambio de notas diplomáticas, la
izada de banderas y un sonriente Kerry exclamando: “No hay nada que
temer, ya que serán muchos los beneficios de los que gozaremos cuando
permitamos a nuestros ciudadanos conocerse mejor, visitarse con más
frecuencia, realizar negocios de forma habitual, intercambiar ideas y
aprender los unos de los otros”.
Tomará tiempo ver plasmados esos
cambios. Lo debe haber notado Francisco cuando en septiembre visitó
ambos países; dio misas multitudinarias; se reunió con Raúl y Fidel en
Cuba, con Obama en Washington; y dio un histórico discurso ante la ONU.
Fueron días repletos de fotos para portadas. Y en ambas orillas llamó a
sembrar reconciliaciones.
Entre tanto optimismo, sigue habiendo un
profundo abismo ideológico y aún quedan asuntos espinosos por resolver,
como reparaciones económicas, el embargo impuesto hace 53 años por
Estados Unidos a Cuba, la devolución de Guantánamo y los reclamos
estadounidenses por derechos humanos y democracia. Incluso hay
republicanos que darán marcha atrás con todas las gestiones de Obama si
llegan al poder.
Aun así, el rumbo de la relación bilateral giró
de manera drástica. Hay otros intereses en juego. Las ideologías,
defendidas antes con tanta sangre, hoy son livianas y flacas como esas
banderas que volvieron a los cielos que las habían desterrado.
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