A Anderson Ríos (18) le destrozaron el cerebro a golpes en El Callao. Un adolescente de 16 años sobrevivió a la turba. Lo rescató el conductor de un trencito. Biagio Parisi, secretario de Seguridad, llamó a la calma a las comunidades. En algunos casos buscan los linchamientos para disfrazar venganzas personales.
El cuerpo del adolescente presentó hematomas en todo su cuerpo y golpes en la cabeza. (Foto: José Nava) |
Paola Hernández
Maracaibo
noticias@laverdad.com
Un grito, una presunta víctima y el barrio El Callao de San Francisco se organizó para matar. Los vecinos no buscaron pruebas, corrieron detrás de los únicos jóvenes que transitaban la calle, los capturaron y los sentenciaron a muerte por robo. A Anderson Enrique Ríos (18) le destrozaron el cerebro a golpes. El otro, un adolescente de 16 años sobrevivió, lo rescató el conductor de un trencito.
La comunidad recordó que se enteraron del asalto por los gritos de la víctima. La descripción fue precisa: "Uno iba a pie y el otro en una bicicleta". No tardaron mucho en avistar a los sospechosos y los corretearon. En la plaza Divino Niño, en la calle 178 con avenida 49F del sector José León Mijares, alcanzaron a Ríos y unas 15 cuadras al muchacho de 16 años. A ambos le dieron puñetazos, punta pies y palazos.
Cesar Ríos, padre de Anderson y oficial activo de la Policía regional, reconstruyó en la barriada los últimos minutos de la vida de su muchacho. Un amigo llegó a su casa a las 9.00 de la noche, le dio un recado de su novia y ambos se fueron. Uno 40 minutos después, “ los vecinos nos avisaron que golpeaban a mí hijo. Su tío que estaba en los alrededores se acercó”.
“Lo encontré en la calle. Herido, se veía como esperando su muerte”, detalló Renny Morán, tío de la víctima. Como la Policía no lo movía, él decidió trasladarlo al Hospital Manuel Noriega Trigo. De allí lo remitieron al Universitario. Ingresó con muerte cerebral. A las 3.00 de la mañana, tras cinco horas de agonía, murió.
Segunda víctima
Apenas podía caminar. Su cuerpo tenía las secuelas de la agresión, moretones en la espalda y las extremidades y una abertura en la cabeza. El sobreviviente del lichamiento de El Callao juró que no asaltó a nadie. "No conozco al otro muchacho".
Su familia lo rodeó, se sentó sentó frente a su residencia y explicó su versión. “Me faltaba una cuadra para llegar a casa de mi abuela cuando dos chamos en moto con una pistola me dijeron que diera la vuelta”.
Los desconocidos, según comentó, lo obligaron a caminar hasta las adyacencias de la unidad educativa Madre Laura. Le quitaron su bicicleta y su billetera. “Me empujaban, me decían que me iban a matar”.
“Pototo”, un vecino, reconoció al adolescente y lo rescató de la turba. "Tomé un cuchillo, me monté en mi trencito y llegué la casa donde se refugiaba. La comunidad lo esperaba afuera para matarlo”.
De la víctima del supuesto asalto nadie dio detalles. Su historia la repetían como cierta, pero ninguno de los vecinos recuperó su celular o los objetos que le robaron.
Los familiares del sobreviviente aseguraron que "en el sector hay motorizados que salen en la noche a matar al que encuentren en la calle”.
Cuestión de confianza
Biagio Parisi, secretario de Seguridad y Orden Público, aseguró que trabajan para determinar responsabilidades en cada caso de linchamiento reportado en la región. “Hago un llamado a la calma a toda la comunidad y para que perdure la confianza en los cuerpos policiales”.
El comisario le explicó a la colectividad que la ley establece penas por homicidio contra quienes participen en este tipo de acciones. Al Estado le corresponde investigar, atrapar y juzgar a los delincuentes. Advirtió que los delincuentes pueden tomar represalías en contra de las comunidades y que existen quienes utilizan los linchamientos para ejecutar venganzas personales.
Anderson Enrique Ríos de 18 añoa era el mayor de cinco hermanos, estudiaba quinto año de bachillerato y trabajaba con su hermano, de latonero. Lo describieron como responsable y querido.
Maracaibo
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Un grito, una presunta víctima y el barrio El Callao de San Francisco se organizó para matar. Los vecinos no buscaron pruebas, corrieron detrás de los únicos jóvenes que transitaban la calle, los capturaron y los sentenciaron a muerte por robo. A Anderson Enrique Ríos (18) le destrozaron el cerebro a golpes. El otro, un adolescente de 16 años sobrevivió, lo rescató el conductor de un trencito.
La comunidad recordó que se enteraron del asalto por los gritos de la víctima. La descripción fue precisa: "Uno iba a pie y el otro en una bicicleta". No tardaron mucho en avistar a los sospechosos y los corretearon. En la plaza Divino Niño, en la calle 178 con avenida 49F del sector José León Mijares, alcanzaron a Ríos y unas 15 cuadras al muchacho de 16 años. A ambos le dieron puñetazos, punta pies y palazos.
Cesar Ríos, padre de Anderson y oficial activo de la Policía regional, reconstruyó en la barriada los últimos minutos de la vida de su muchacho. Un amigo llegó a su casa a las 9.00 de la noche, le dio un recado de su novia y ambos se fueron. Uno 40 minutos después, “ los vecinos nos avisaron que golpeaban a mí hijo. Su tío que estaba en los alrededores se acercó”.
“Lo encontré en la calle. Herido, se veía como esperando su muerte”, detalló Renny Morán, tío de la víctima. Como la Policía no lo movía, él decidió trasladarlo al Hospital Manuel Noriega Trigo. De allí lo remitieron al Universitario. Ingresó con muerte cerebral. A las 3.00 de la mañana, tras cinco horas de agonía, murió.
Segunda víctima
Apenas podía caminar. Su cuerpo tenía las secuelas de la agresión, moretones en la espalda y las extremidades y una abertura en la cabeza. El sobreviviente del lichamiento de El Callao juró que no asaltó a nadie. "No conozco al otro muchacho".
Su familia lo rodeó, se sentó sentó frente a su residencia y explicó su versión. “Me faltaba una cuadra para llegar a casa de mi abuela cuando dos chamos en moto con una pistola me dijeron que diera la vuelta”.
Los desconocidos, según comentó, lo obligaron a caminar hasta las adyacencias de la unidad educativa Madre Laura. Le quitaron su bicicleta y su billetera. “Me empujaban, me decían que me iban a matar”.
“Pototo”, un vecino, reconoció al adolescente y lo rescató de la turba. "Tomé un cuchillo, me monté en mi trencito y llegué la casa donde se refugiaba. La comunidad lo esperaba afuera para matarlo”.
De la víctima del supuesto asalto nadie dio detalles. Su historia la repetían como cierta, pero ninguno de los vecinos recuperó su celular o los objetos que le robaron.
Los familiares del sobreviviente aseguraron que "en el sector hay motorizados que salen en la noche a matar al que encuentren en la calle”.
Cuestión de confianza
Biagio Parisi, secretario de Seguridad y Orden Público, aseguró que trabajan para determinar responsabilidades en cada caso de linchamiento reportado en la región. “Hago un llamado a la calma a toda la comunidad y para que perdure la confianza en los cuerpos policiales”.
El comisario le explicó a la colectividad que la ley establece penas por homicidio contra quienes participen en este tipo de acciones. Al Estado le corresponde investigar, atrapar y juzgar a los delincuentes. Advirtió que los delincuentes pueden tomar represalías en contra de las comunidades y que existen quienes utilizan los linchamientos para ejecutar venganzas personales.
Anderson Enrique Ríos de 18 añoa era el mayor de cinco hermanos, estudiaba quinto año de bachillerato y trabajaba con su hermano, de latonero. Lo describieron como responsable y querido.
12 muertos por linchamiento se ha registrado en los últimos días en Zulia.
Información de:
http://www.laverdad.com
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